martes, 21 de septiembre de 2010

MIS 50 AÑOS

Por: El Papirri

Hice todo lo posible para no llegar. Me esforcé triturando hígado, tripas y cuore. Y ahora que llega mi cumple 50 me siento reluciente: por fin no tendré complejos por la panza que cargo, por las arrugas de higo, por las canas que brotan sin medida ni clemencia, por los dientes liwis, por los ojos nublados, por el trago que no acepto. Mi vida atravesó períodos esenciales. Los primeros cuatro años dicen que galoparon suaves en residencias diplomáticas hasta que la Revolución Nacional cayó. Con Barrientos llegaron 16 años de dictaduras, mi padre siempre perseguido me volvió especialista en termos y frazadas, los allanamientos hasta ahora pueblan mis pesadillas. A mi madre le fue germinando un cáncer funesto, concertista eximia que escribía a pulso las suites de Bach, el tumor le paralizo el brazo izquierdo. A mis trece años tocaba paradito a su lado supliendo la mano inflamada frente a cientos de alumnos de la Escuela de Folklore, ese dúo mantenía la casa. Con la muerte de Anita brotó un vacío espantoso, me agarre de las canciones de Sui generis y Silvio, de la lucha por la democracia, de mi barrio, del futbol y del trago. Luego García Meza nos “becó” a México, mi padre ya anciano no soporto el D.F y se quedo en Lima, con mi hermano tratamos de salir del hambre. Quise estudiar música y me aburrí en el tercer año. Por suerte nacieron mis primeras canciones de amor, desamor e ilusiones sociales. Al retornar del destierro me volví star provinciano de la nueva canción, tuve que trabajar en algunos oficios, funcionario de la universidad, docente del conservatorio, inaugurando un método de alfabetización musical en base a la música aymara que deje en medio camino. Grabe discos con ambición de principiante, siempre explotado por los sellos discográficos. Me case, fui feliz, aterrice en el Japón, volví solo a seguir haciendo canciones. Ya con 30 abriles en los ’90 conocí el éxito con el hit Bien le cascaremos que me llevo de cantina en cantina, de la televisión a la radio, hotel dulce hotel. Trate de generar identidad en las canciones y de plantear sorpresas en las músicas. Intente hacer espectáculos post modernos inaugurando lo plurinacional y la recuperación del habla aymara urbana: un chenk’o total. Me divorcie dedicándome más a las bartolas. Fui funcionario municipal cultural durante una década aprendiendo gestión cultural en la cancha, sin mamadas académicas. Compuse la mamada y me reí mucho. Estuve un año en el país del poder y caí de bruces al piso levantándome por octava vez como tigre herido gracias al barrio, la música y las cervezas. Soporte prejuicios. Alenté estigmas. Me enamore como foca, hice demasiado el amor concurrentemente. Con el digito cuatro fui padre biológico, conocí el mundo con la música, mi guitarra se escucho en Teatros de Londres, Tokio, Nueva York, Madrid, Washington, Zurich, PyonYang, Lima, Santiago, Montevideo, México, Río.

Por tanto lío, caí enfermo y ahora cumplo 50 otra vez en las oficinas de gestión cultural consiguiendo auspiciadores para artistas ajenos. Recuperé la fe en los cambios sociales, recuperé la fe en el amor casandome de nuevo, recuperé la fe. A veces toco la guitarra y me riñen por que soy funcionario. Tengo cuatro amigos y dos amigas que son mis ex amantes. La gente me recuerda con simpatía, otros no tanto. No tengo enemigos, tengo envidiosos. En estos cincuenta años, medio siglo de milagros, agradezco haber tenido un barrio, una ciudad vital, ideales que no se venden, la herencia musical de mi madre y el legado de dignidad de mi papa. Pido disculpas a los que no se acuerdan de mí porque yo tampoco me acuerdo de ellos. No le debo nada a nadie. Tal vez descargos a ex amores que no comprendí, mujeres inteligentes que soportaron mi perpetua inmadurez. Espero cumplir mínimo una década más porque después de esto no hay nada, solo el recuerdo de algunos cuando están medio yucas. Quiero ver más el cielo, respirar

estrellas, tirarme al agua pelado, comer mandarinas frente al mar, embriagarme de Carolina. Un poco de aplausos no caen mal .Y cascarle esta bajada irreversible con decoro, como en aquella bicicleta de mi infancia radiante en el pasaje Guachalla de Sopocachi. Salud, Papirri¡ libertad, Manuel¡ Te felicito que no te hayas muerto y que tu corazón todavía renueve el derecho a la sorpresa y a la ternura en estos cuarentaydiez.

Kitu.18 de septiembre 2010

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