martes, 21 de diciembre de 2010

USA I: EN NUEVA YORK

Por: El Papirri

Algunos compatriotas en USA querían escuchar al Papirri en Vivo. Fue así que en Abril viene la gira de conciertos por la Costa Oeste de USA. Llegando a Miami el maltrato en el Aeropuerto es insólito, me encierran en un cuarto, me quitan el atril, rajan el charanguito al inspeccionarlo, asustado llego a Washington. Por suerte esperaba en el Aeropuerto un gran tipo, el inolvidable Ivan Dávalos. Me aloja en una boardilla tierna de su casa que topaba de frente a un bosque con bambis que nos saludaban todos los días. En las mañanas estudiaba el repertorio, cambiaba cuerdas, abría la heladera y tomaba yogurt. En las tardes prueba de sonido y conciertos varios por DC. La esposa e hijos de Ivan, solidarios, generosos, me ayudaban a vender discos en los recitales, para ganarme alguito pues. Entonces, una ex que vivía en Nueva York se entera de mi estadía placida, me ubica y decide joderla.

De nombre Soraya, había sido mi amante en varias épocas, alguna vez de ch’aqui le prometí matrimonio. Plantea que la visite para ver posibilidades de actuación, no había tocadas los próximos tres días, decido ir a conocer la Gran Manzana tomando un bus chino de 30 dólares de WDC a NY con despedida cariñosa y preocupada de mi familia Dávalos. Llego al China Town, aparece Soraya puro stress en su carro, me deja solito en la quinta avenida para parquear, camino provincianamente hasta las ex torres gemelas, unos peruanos me venden postales del 11-S, les invito una lata de cerveza, me subo a los hombros del gigante de Piura que cobraba un dólar por mirar sobre las calaminas de las caries en construcción. En pleno equilibrio aparece Soraya stress, vamos al Impair State grita, rozamos el perfumado Central Park, una ráfaga de oros por el Rockefeller Center. Al trote llegamos a un puerto, remontamos al Ferry perezoso, las gaviotas congratulan, la estatua de la libertad al fondo parece de cartulina, Manhattan expande sus rascacielos, el sol acaricia la espuma, saca fotos con su cámara, nos hurgamos, me cuenta que su concubino albañil porteño es muuuy celoso, terminamos almorzando de tardecita en Queens. A la sazón aparece una gorda beniana de nombre Ana, hacen el enroque, me lleva a su casa en una van, su marido pelado puertorriqueño puteaba en ingles, no sabían que hacer conmigo pues me convierto en testigo incomodo de sus frustraciones. En la noche, la pareja me lleva a Time Square, pasamos el puente destellado, quedo cojudo por las luces de la Gran Manzana, respiro Broadway. Luego, cena silenciosa por el cumpleaños de su joven hijo con retardo que llega con Soraya stress. Proponen hacer un concierto en Queens, en el Restaurante Peña Copacabana, separamos la fecha. Volvemos cabeceando a la casa del pelado, duermo mal con el joven especial de vecino recitando en voz alta poemas de Rimbaud. Al día siguiente Ana la beniana me deja en el China Town, le casco una sopa de fideos suculenta retornando a la placidez de mi familia y a continuar con los conciertos en Virginia que algún día recordaré.

A la semana, Soraya llama al teléfono de la casa, dice que la beniana le había depositado en su cuenta el 50 % del cashe (250 dólares).Entonces viene el retorno a Nueva York previo concierto un día antes en Boston (de los mejores de la tournée). Directo a la Ban beniana, a probar sonido en Queens mientras van llegando haaartos cochalas con ansias de llorar kaluyos. De telonera se presenta por media hora una cantante digito tres de Sucre. Con unas tetas descomunales, buenas curvas y voz afinada roncea la manta con sus pistas de morenadas, unos 50 paisanos revolean el cacho, brindan, babean. La cantante de nombre Sheila dice: es un orgullo presentar al cantautor, desde Bolivia, Manuel Chazarreta. Entro a escena, combino mis canciones con repertorio de farra colegial, salgo sudado de bises. Soraya no aparece nunca.

Cuando voy a cobrar el cashe acordado, Ana la beniana me dice que le había depositado todo a Soraya, que no tenia nada para mí. No me quiere prestar el celular para llamarla. Quedo atónito, solo, en la puerta de Queens sin saber pa’ donde ir, son las 3 de la mañana, menos mal tengo quibo del concierto de Boston. Atrás, la farra se pone más densa. Entonces aparece como una visión nashonal Sheila, me agarra del brazo, caminamos media hora con mi maletita con rueda k’asa, subimos a su kitchinette, no tenia cama, dice que las termitas se la habían comido, nos recostamos en un sleeping. Luego de un cachascan intenso, que si que no, examino las tetas más sabrosas de la década, su perfume oriental me ahoga. Dormimos acurrucados un par de horitas, charlamos sobre sus hijitos que están en Sucre, desayunamos chocolate, Que increíble lo que te hicieron, hasta a mi me pagaron, dice en soprano; yo quiero más de ella pero debe irse a trabajar a una fábrica de fideos. Me deja con gesto dulce en un tren hacia China Town, vuelvo a Washington con el abismo de la estafa, tratando solo de recordar Boston y las tetas de Sheila.

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