viernes, 14 de mayo de 2010

EN EL FESTIVAL CANTO DE TODOS

Por: El Papirri
Sorpresiva llegó la invitación: el Papirri de Bolivia invitado por el Ministerio de Cultura de Ecuador y el ALBA Cultural para tocar el 1o de mayo de 2010 en el Festival latinoamericano y del Caribe “Canto de Todos” con aire ochentero trovadoresco. Supe entonces que tocaría con Vicente Feliu de Cuba, Pancho Villa de Chile, Ricardo Flecha de Paraguay, Hugo Idrovo de Ecuador, Cecilia Todd de Venezuela y Pueblo Nuevo de Ecuador. Todos sumábamos 600 años de edad y seguíamos en escena. Se removió el recuerdo siempre calido y digno de Vicente Feliu, histórico trovador cubano, autor de la hermosa “Créeme” quien tuvo algunos pasos por Bolivia, uno de ellos dramático en febrero de 1980 gracias a García Meza and company cuyos detalles me preguntó Silvio Rodríguez el 2007 en Madrid en el Homenaje a Noel Nicola, pero esto merece dos crónicas aparte.
Una mala: no pagaban la llegada mis músicos; estos mich’as aprovechaban la estadía de el Papirri en Ecuador para invitarlo al Festival. Entonces el organizador del evento me dio el fono de un músico ecuatoriano llamado gravemente Stalin Gonzáles que podría ayudarme y con quien tuvimos un primer encuentro en su estudio, todo fuera de horario de oficinas por si acaso. Stalin era un rastra parecido al Willy Claure que tocaba el bajo, toda mí querida mañana del sábado escribí las partituras que el cuate empezó a leer a primera vista en la tarde, luego pulsó la guitarra tocando “La Catedral” de Barrios Mangore: me dejó cojudo. Se iba a Asunción al día siguiente, el Festival Canto de Todos esa semana se llevaba a cabo allí, me contó que mis cumpas del Dúo Negro y Blanco representarían a Bolivia, les mande saludos. Nos despedimos mientras me facilitaba los teléfonos del charanguista y del quenista .
Una noche de esas nos reunimos con Víctor Sánchez y Oscar Velazquez, el primero agarro el charango y principió con “Bien le cascaremos” como si lo conociera, luego pulso la guitarra tocando My Spanish Heart de Chick Korea. Grave. El segundo, de nacionalidad colombiana, comenzó a tocar mis melodías en quena, luego las traspaso a zampoña, luego a clarinete. Súper. Entonces ya estábamos viajando el sábado 1o de mayo en un minibus stronguista a Santo Domingo de los Tsachilas, una ciudad a 4 horas de Quito, rumbo a la costa ecuatoriana. Llegamos directo a un hotel tropical a almorzar arroz con mariscos ardientes y limonada helada. Por fin ensayamos los cuatro en mi habitación dirigiéndonos luego a la prueba de sonido: un aparataje de última tecnología florecía en el escenario gigantesco. La prueba fue mala, la lluvia reventaba el techo del coliseo, nos desanimamos y nos fuimos al hotel a descansar un poquitín. Cuando volvimos, el coliseo estaba repleto con 4000 ecuatorianos bien sentaditos. Entonces llego el abrazo esperado con Vicente Feliu, los besos con el Panchito Villa y ver todos sorprendidos en la pantalla gigante al paraguayo Flecha, un gordito tenor de voz prodigiosa que fue ovacionado. La venezolana Cecilia Tood resultó ser una sugestiva cantante y cuatrista con sus acompañantes haciendo aquella rítmica imposible. Luego ingresó Hugo Idrovo con su guitarrita, interesante trovador ecuatoriano con voz de aguardiente y versos certeros. Entonces entramos con todo, arrasamos con nuestros aires andinos, con los coros en Que tal metal y la seguridad de aquellos músicos excelentes. Al salir de escena me quedé a admirar a un Vicente Feliu intacto, con voz ronquita y precisión en la guitarra. Y el público siempre atento: nunca vi algo así considerando que eran miles y costeños. Prontamente vino el festejo que se prolongó toda la mañana del domingo en la costa con un ceviche delicioso. Y llegar directo a apoyar la actuación del Grupo Arawimanta que logramos participe en la Bienal de Músicas del Mundo, las chicas hacían tronar sus zampoñas y tarkas en medio del centro histórico de Quito. Cerramos un domingo glorioso tocando k’antus en mi departamentito hasta que los vecinos timbraron. Fueron 8 meses de espera para un fin de semana como los de antes. Por fin algo penetrante en este Quito de cartas, neblinas, médicos y llovizna. Es que ahora soy oficinista, sobrio, monógamo, cuasi vegetariano y estas rarezas se las aprecia muuucho mas.

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