Por: El Papirri
“Menos tu vientre/ todo es confuso /menos tu vientre/ todo es futuro fugaz/ pasado/ baldío y turbio”, cantaba Joan Manuel Serrat con su bella guitarra flamenca este sábado pasado en el Coliseo Rumiñahui de Quito ante unas 15.000 personas estremecidas. Esta preciosa canción pertenece al disco “Miguel Hernández”, ese de tapa de luto, dedicado al poeta mártir y grabado en 1971… 40 años después , el catalán nos ofrece un nuevo disco dedicado al poeta denominado “Hijo de la Luz y de la Sombra”: esa noche auténtica interpretó 6 canciones de la nueva musicalización, todas sólidas, soberbias.
Serrat cumplió 68 años, en 45 años de carrera grabó cerca de 40 discos originales. Cuando ingresó al escenario con su chamarrita y jeans parecía un jovato rokero rolinga, decidido, bien parado, sonriente, feliz. Entonces emprendió con “Para la libertad” y se me salieron varias lagrimas ( seria porque me había tomado unas cervezas prohibidas por el día del padre? ) ,coreando atragantado, con la certeza del suicida : Porque soy como el árbol talado que retoño y aún tengo la vidaaa¡.
La banda tenía como primer teclado al histórico Miralles, compinche por más de cuatro décadas del catalán, en coordinación fina, preciosa con el segundo teclado y computadoras del veterano y sensible Kitflus. Guitarrista triple con eléctrica, nylon y acústica, bajo turnando contrabajo, baterista encerrado en su casita de cristal y una violinista enérgica completaban este emotivo quinteto serratiano. Con “Lucia” (1971), nuevamente moqueamos. Entonces el Nano se puso gracioso, irónico, cómplice dijo: “Yo soy español, pero en realidad soy catalán, nosotros los catalanes hablamos catalán desde pequeños, no lo podemos evitar, amamos en catalán, morimos en catalán y cantamos en catalán, permítanme hacerlo” y emprendió con la bella Paraules d’amor cantada extrañamente en gran coro quiteño. La tribu de la sensibilidad en Quito sorprende cada vez más, público digito 3 para arriba era de ver esos rostros de varias generaciones acompañando las canciones: en “Aquellas pequeñas cosas” y “Mediterráneo” la cosa fue de convulsión.
Cuando emprendió con las nuevas canciones- pretexto del concierto- hubo un silencio misterioso, un respeto insólito al tratarse de una multitud en coliseo; hay que escuchar bien el nuevo CD, mientras me quedo con una copla que subía un tono por estrofa, muy difícil de cantar. La voz del Serrat 2011 es un susurro preciso, en los agudos despierta aquel guapo pop, en los medios navega suave, expresiva, madura. Entonces llegó la “Nana de las Cebollas” del primer Miguel Hernández, conmueve saber que el poeta escribió la prosa en 1939, en plena prisión franquista, cuando supo que su esposa y primogénito- en pobreza rotunda- solo se alimentaban de pan y cebolla. Conmueve saber que el poeta les regaló esta poesía contra el hambre. Y sorprende saber que la música es de Alberto Cortez.
Luego Serrat otra vez se comunicó como en la sala de su casa con los miles de hipnotizados, Mi alter ego Tarres es un terrible, es el que se coge a las mas guapas, por un problema de faldas en Quito lo despistamos diciéndole que íbamos a Alaska, dice cual abuelito pícaro. Y emprende con “Hoy puede ser un gran día”, “Cada loco con su tema”, “Esos locos bajitos”, canciones de los ‘80, haciéndonos aterrizar otra vez en gemidos con “Sinceramente Tuyo” y “Penélope”, esta vez en una versión entrañable con guitarrita nomás.
Serrat está incólume, sabio, enérgico. La vida le pasó duro por encima, en los inicios de los ’60 se le puso difícil con los catalanes radicales que no aceptaban que cante en español, luego en los setenta el franquismo lo persigue y tiene que refugiarse en México un par de años, siendo que desde los ’80 con la democracia, todo fluye y crece en su
vida y carrera. Con el inicio del nuevo siglo, la salud no le acompaña venciendo un cáncer y nódulos en el pulmón. Verdadero, impar, Serrat terminó saltando en su chamarrita, retando con sus dedos a la gente, convocando los coros finales en “Tu nombre me sabe a yerba”, siempre pulcro en las entonaciones, siempre sincero en las alocuciones. Salimos livianos, como de una guitarreada, sabiendo que habíamos asistido a un acontecimiento señero, con un Serrat Histórico.
viernes, 25 de marzo de 2011
jueves, 17 de marzo de 2011
Desde el ombligo del mundo
CONTRACORRIENTE
Por: El Papirri
Desde hace unos meses empecé a kaikearme con mi amada tratando de esbozar un posible entierro mío. Una noche me brotó la posibilidad de ser enterrado en el agua, como buen metafísico popular. Carolina, saboreando un tinto con sus labios de sirena, me dijo es difícil, por ahí te da claustrofobia marítima. Otra noche insistí indicándole que con un par de piedras no abría problema de hinchazones, expresándole con pasión que ser parte del agua tiene una metáfora tentadora de infinito. Los pescaditos alimentándose de mis ojos bellos, otro pescadote mas grande arrancándome suavemente la ropa, las carnes, los músculos vueltos algas, los tendones corales verdeazules, hasta quedar como pirata imperecedero con el costillar rebotando en la arena, jardín de infantes de Nemo and company . El problema para la viuda será ver cual mar, porque exportar cuerpos creo es difícil. Ojala los chilenos nos devuelvan de una vez un buen callejón, aunque los puertos como Iquique parecen tener un mar de aceite. Mejor va a tener que ser nomás en el lago Titicaca- seguía con la perorata- mientras la amada gritaba desde la cocina que las quesadillas están deliciosas.
Entonces llegó Contracorriente (2009), filme peruano de Javier Fuentes con la actuación de primera línea y nivel del joven actor boliviano Cristian Mercado. Toda aquella kaikeada mía ahora vista en pantalla gigante, con calidad 35 mm, la ceremonia de entierro de los marineros peruanos, las palabras de Cristian a nombre de la familia, el paso del duelo, la camilla de cañas, la cámara dentro del agua viendo caer al cuerpo definitivo al mar como debe ser, los deudos pobres, curtidos, fuertes, con caritas de futuras victimas de tsunami.
La actuación de Mercado fue tornándose entrañable, asombrosa, tengo sus ojeras desesperadas lagrimeando en primer plano clavadas en el alma. No voy a caer en la tontería de contarles la peli, solo decirles que si no la ven son unos giles. A Cristian lo había visto en el Atraco y Sena Quina de Agazzi. Y pasar como guerrillero del Che en la película de Soderbergh. Estaba bien. Pero ahora, en Contracorriente, Cristian se fue de nosotros sus amigos para ser parte del mundo de la pantalla grande con una performance sublime. Me contó que acaba de terminar de grabar el Largometraje “33 de Atacama” (Prod. Chile- España) de Antonio Recio sobre los mineros chilenos rescatados y que pronto entra a otro proyecto internacional. También que sigue tocando y componiendo canciones para su banda Reverso que tiene 4 años de militancia en las noches bolivianas.
Recuerdo los nervios de la señorita de mi lado, en la sala quiteña del Cinemark, mordiéndose las uñas y los cabellos cuando Cristian se besa apasionadamente con el actor secundario, el bello artista colombiano Manolo Cardona. Esas barbas de dos hombrotes vueltas matorral apasionado, esos cuerpos perfectos con la delicadeza de Fuentes haciéndolos flotar de amor y rodar por las arenas, lograron que la dama llorara (no se si de emoción o de rabia).
Cristian llegó especialmente a Quito convidado por Escalón Films a presentar la peli en aquí y en Guayaquil más. Esta feliz por la llegada, tuvo que atender una cola de quiteños firmando autógrafos. Luego, con una cheva de por medio me dijo, Soy paceño, casado hace más de 5 años y papá de Horacio y Lucía. Colegio de curas, calles de Sopocachi , música de Charly y pink floyd en la adolescencia. Criado y alimentado por super mamá divorciada y trabajadora. Muchos y diferentes abuelos maravillosos por suerte acompañan gran parte de mi vida. Nunca se me había pasado por la mente cuando era adolescente que iba a terminar siendo del rubro de los teatreros y menos que iba a participar en películas internacionales. Hombre sortudo
soy. Mi escuela en teatro ha sido sobre todo el trabajo con los directores que he tenido, como David Mondaca, Norma quintana, Héctor Noguera, César Brie entre otros.
Contracorriente y Cristian Mercado se quedan en nuestra emoción más perdurable. Por fin una actor boliviano es figura cosmopolita en el cine arte. Solo queda agradecer por tanta sensibilidad, sencillez y por habernos demostrado que aquella intuición loca del entierro mío era posible. Carolina quedó preocupada por el desafío y yo con la sensación de haber sido testigo de la consagración de Mercado en el cine mundial.
domingo, 13 de marzo de 2011
FUTBOLISTA
Por: El Papirri
Me recordaré un ratito, ya?. Dos asuntos me hicieron feliz en la infancia y juventud: el futbol y la guitarra. Desde que me acuerdo pasaba sin problema de las canchas a las cuerdas, de las rodilleras a las escalas. A veces no se llevaban bien, se contradecían. Recuerdo aquel concierto que dí en el Museo de Arte de La Paz, tendría 8 años, tuve que tocar Tarrega con gorra por el tremendo hueco en la cabeza que me hizo el gordo Elio, un numero nueve de 120 kilos al cual arrebaté la pelota de entre las piernas (en la época yo era arquero, me decían Gatti), lo desestabilicé y el gordo aterrizó sentado encima de mi cráneo. Con 15 puntos en la nuca, cara de culpable y gorrita de arquero di aquel concierto memorable.
En la preadolescencia jugábamos apasionadamente en el callejón Guachalla, en la Plaza Abaroa y en la Bronco, nuestra canchita preferida de a ocho, ubicada nada menos que en el Hospital Broncopulmonar, con un publico de tuberculosos tapados con frazadas. También jugábamos en el campeonato oficial de futbol de salón de la YMCA. Allí fue que apareció el Severo Peña (el Sevas), robusto mediocampista, huérfano yungueño; junto al Pakito Ávila, flaco habilidoso sopocachense, formamos un trío memorable barrial ganando varios campeonatos. Extrañamente nuestro club se llamaba Blooming, por influencia de nuestro DT y dirigente, el oriental Gafo Jordan. El trío fue contratado por el CEAM (Club de estafetas de la Alcaldía Municipal), el pase lo realizó el Gonzalo Chávez, arquero suplente del equipo. Jugábamos intensamente en la cancha Zapata, con camiseta de Boca, en la franja amarilla decía CEAM. Nos pagaban un sanguche en sarna, de huevo con tomate, más una papaya Salvietti. Fue incorporado al CEAM el tremendo nueve Chirolita Monroy, en cuarteto jugábamos todos los fines de semana: a las 8.00 a.m en la Juvenca para Los Tigres, a las 11.00 en la YMCA para el Blooming, a las 3 p.m en la Zapata para el CEAM y a las 4 p.m en el Fígaro, cancha de a 11, para el Unión Maestranza de Viacha. En esta última no nos iba tan bien, éramos de cancha chica. El Chirolita aceptó jugar para el CEAM si le daban el sanguche de huevo con una rebanada de queso.
Recuerdo un golazo en la Zapata, yo jugaba de puntero derecho, puesto bendecido por Garrincha y Housemman. Desbordo en zig zag sacándome tres de encima, levanto la cabeza, doy el centro con efecto, no puedo frenar… me desbarranco unos 20 mts hasta la avenida del poeta, todo rasmillado miro hacia arriba, el Chirolita, el Paco y el Sevas se abrazaban gritándome el gol. El cuarteto se disolvió cuando en vez de Papaya, el Paquito y el Sevas empezaron con la cerveza y terminaron con tirillo, quedándose en la Zapata para siempre, falleciendo ambos como hondos artilleros paceños.
Una tarde de esas me vio jugar un rescatador de valores y me llevó a probar al Bolívar, a Tembladerani. Me adelantó 100 dólares, renegando fui, el técnico era Virba, me quedé 6 meses en la segunda hasta que el Guillotina Baldivieso me genero triple fractura de tibia y peroné por instrucciones del puntero derecho titular a quien le iba quitando el puesto. En el ínterin gane varios campeonatos en la YMCA jugando para el Conservatorio de música con memorables goleadas a la Sinfónica y a la Coral Nova. De la lesión bolivarista no me recuperé bien. Sin embargo, ya terminando el digito dos, jugué para la Universidad de Kyushu en Japón, en ayni por la beca para estudiar el curso de japonés que costaba mil dólares al mes. Fue allí que nació otra vez la disyuntiva: la guitarra o el futbol, pues un nippon me pisó la mano y suspendí un par de conciertos. Acabando el curso opté por la guitarra, ganaba en cash, entre el yen y el mal.
Talvez lo mas importante en mi carrera futbolística fue llegar a ser parte del resto del mundo en el Festival Mundial de la Juventud de Pyong Yang en 1989, siendo escogido
entre futbolistas de 40 selecciones del mundo para enfrentar a la sub 20 coreana. Testigo: el Jimbo de Octavia, porque en realidad fuimos a tocar.
Luego fui dejando la pelota y últimamente también la guitarra, talvez por eso me siento un poco triste. Es que mi tobillo se dobla cuando corro y como dice mi canción Años: soy un gordito bien bonachon /un viejo verde, un ex bombon/ soy un Titanic, un culebron / un agujero en tu corazón. Gracias al futbol entendí a mi barrio, viví la verdadera igualdad, supe lo que es jugar en equipo, aprendí a perder y a ganar y sobre todo aprendí a caer para luego levantarme de nuevo, raspado, sudado, pecho de bronce, siempre adelante, como dice la morenada: sin llorar¡
Me recordaré un ratito, ya?. Dos asuntos me hicieron feliz en la infancia y juventud: el futbol y la guitarra. Desde que me acuerdo pasaba sin problema de las canchas a las cuerdas, de las rodilleras a las escalas. A veces no se llevaban bien, se contradecían. Recuerdo aquel concierto que dí en el Museo de Arte de La Paz, tendría 8 años, tuve que tocar Tarrega con gorra por el tremendo hueco en la cabeza que me hizo el gordo Elio, un numero nueve de 120 kilos al cual arrebaté la pelota de entre las piernas (en la época yo era arquero, me decían Gatti), lo desestabilicé y el gordo aterrizó sentado encima de mi cráneo. Con 15 puntos en la nuca, cara de culpable y gorrita de arquero di aquel concierto memorable.
En la preadolescencia jugábamos apasionadamente en el callejón Guachalla, en la Plaza Abaroa y en la Bronco, nuestra canchita preferida de a ocho, ubicada nada menos que en el Hospital Broncopulmonar, con un publico de tuberculosos tapados con frazadas. También jugábamos en el campeonato oficial de futbol de salón de la YMCA. Allí fue que apareció el Severo Peña (el Sevas), robusto mediocampista, huérfano yungueño; junto al Pakito Ávila, flaco habilidoso sopocachense, formamos un trío memorable barrial ganando varios campeonatos. Extrañamente nuestro club se llamaba Blooming, por influencia de nuestro DT y dirigente, el oriental Gafo Jordan. El trío fue contratado por el CEAM (Club de estafetas de la Alcaldía Municipal), el pase lo realizó el Gonzalo Chávez, arquero suplente del equipo. Jugábamos intensamente en la cancha Zapata, con camiseta de Boca, en la franja amarilla decía CEAM. Nos pagaban un sanguche en sarna, de huevo con tomate, más una papaya Salvietti. Fue incorporado al CEAM el tremendo nueve Chirolita Monroy, en cuarteto jugábamos todos los fines de semana: a las 8.00 a.m en la Juvenca para Los Tigres, a las 11.00 en la YMCA para el Blooming, a las 3 p.m en la Zapata para el CEAM y a las 4 p.m en el Fígaro, cancha de a 11, para el Unión Maestranza de Viacha. En esta última no nos iba tan bien, éramos de cancha chica. El Chirolita aceptó jugar para el CEAM si le daban el sanguche de huevo con una rebanada de queso.
Recuerdo un golazo en la Zapata, yo jugaba de puntero derecho, puesto bendecido por Garrincha y Housemman. Desbordo en zig zag sacándome tres de encima, levanto la cabeza, doy el centro con efecto, no puedo frenar… me desbarranco unos 20 mts hasta la avenida del poeta, todo rasmillado miro hacia arriba, el Chirolita, el Paco y el Sevas se abrazaban gritándome el gol. El cuarteto se disolvió cuando en vez de Papaya, el Paquito y el Sevas empezaron con la cerveza y terminaron con tirillo, quedándose en la Zapata para siempre, falleciendo ambos como hondos artilleros paceños.
Una tarde de esas me vio jugar un rescatador de valores y me llevó a probar al Bolívar, a Tembladerani. Me adelantó 100 dólares, renegando fui, el técnico era Virba, me quedé 6 meses en la segunda hasta que el Guillotina Baldivieso me genero triple fractura de tibia y peroné por instrucciones del puntero derecho titular a quien le iba quitando el puesto. En el ínterin gane varios campeonatos en la YMCA jugando para el Conservatorio de música con memorables goleadas a la Sinfónica y a la Coral Nova. De la lesión bolivarista no me recuperé bien. Sin embargo, ya terminando el digito dos, jugué para la Universidad de Kyushu en Japón, en ayni por la beca para estudiar el curso de japonés que costaba mil dólares al mes. Fue allí que nació otra vez la disyuntiva: la guitarra o el futbol, pues un nippon me pisó la mano y suspendí un par de conciertos. Acabando el curso opté por la guitarra, ganaba en cash, entre el yen y el mal.
Talvez lo mas importante en mi carrera futbolística fue llegar a ser parte del resto del mundo en el Festival Mundial de la Juventud de Pyong Yang en 1989, siendo escogido
entre futbolistas de 40 selecciones del mundo para enfrentar a la sub 20 coreana. Testigo: el Jimbo de Octavia, porque en realidad fuimos a tocar.
Luego fui dejando la pelota y últimamente también la guitarra, talvez por eso me siento un poco triste. Es que mi tobillo se dobla cuando corro y como dice mi canción Años: soy un gordito bien bonachon /un viejo verde, un ex bombon/ soy un Titanic, un culebron / un agujero en tu corazón. Gracias al futbol entendí a mi barrio, viví la verdadera igualdad, supe lo que es jugar en equipo, aprendí a perder y a ganar y sobre todo aprendí a caer para luego levantarme de nuevo, raspado, sudado, pecho de bronce, siempre adelante, como dice la morenada: sin llorar¡
jueves, 3 de marzo de 2011
EL PEPINO ESTA DE DUELO
Desde la ladera Este de La Paz.
Por: El Pepino*
“Soy pepino, bien paceño, anónimo y del pueblo, en la Yungas busco pega con chamarra de cuero, siempre lustro mis cachitos, bien riquito me peino, soy paceño, sangre aymara, orgulloso también”. Así me lo sabía cantar el Papirri, cantautor paceño que donde estará. Hoy lloro porque el hombro de la ladera Este de mi amada La Paz se ha chorreado, un balconcito de flores eraba, se ha partido la tierra .El barro se a tragado la casa de mi compadre Silverio, plomero de profesión, 45 años de laburo derrumbados como naipe, mi compadre se ha quedado parado con su ropa, no quiere salir de su terreno que ahora es puro lodo, sus hijos están en el albergue en una escuelita cerca de la ladera, asustados están, llorando, extrañan su cuarto, sus juguetes .Lo peor es que mi comadre Asunta ha fallecido hace poco, hemos logrado encontrar su cuerpo que se había desbarrancado con el cementerio de la ladera, otra vez la hemos subido. Yo vivo por Achachicala, cerca del matadero, por ahora bien nomás está mi casita, mas chiquita que de mi compadre es, cualquer cosa puede pasar.
Había lustrado mi trajecito, había afinado la matasuegra para salir con mi poco quibo a divertirme, a saltar, a cantar “Pepino pandillero soy, bailando en La Paz, por apretarme a tu cinturita ya dices que soy papá”. Pero no hay caso, todo me duele, mis hermanos desentierran sus camas, estamos persiguiendo a nuestros muertos. “Soy Pepino bien paceño, anónimo, del pueblo…salvo vidas, cuando el río quiere llevar los cuerpos, en febrero soy bombero, voluntario del SAR”. En vez de careta tengo mi casco, grave estoy correteando, sirviendo las comidas que donan las caseras de la Rodríguez. Hay que conseguir agua y con tanta agua ¡… hay que sacar la garra “porque siendo del pueblo, yo también me caliento, cuando veo injusticia, saco mi puño abierto, en octubre, entre todos, volteamos al gonismo, soy pepino y no cojudo, orgulloso también”.
Los techos han volado, una pala gigante de mazamorra como raspadillo lo ha dejado al cerro, terremoto de agua es. Las guaguas están correteando con sus bucitos igual, algunas carpas blancas llegan, tenemos que hacer turnos para dar raciones. Por eso mi traje de Pepino lo dejo para el año, siesque, triste estoy, es que en los carnavales ejerzo mi reinado… ahora soy un paceño mas rascando la tierra, un paceño mas donando lo que puedo, varios ex Pepinos somos rescatando cositas, 4 días que no duermo.
Hemos hecho un Comité de Donaciones y hemos decidido pedirle al Papirri que done 10 % de su sueldo, ahora que tiene pega, para conseguir colchones, frazadas y sogas para saltar por encima de la carretera que se ha partido. Si no, lo vamos a desautorizar que cante en nuestro nombre. Pedimos a los militares y policías que les han subido el sueldo que también donen el 10% de su mes para los damnificados, sobre todo los panzones generales y coroneles y los de la FELC. Solamente los soldaditos nos están ayudando a cargar lo que queda, las frazadas de los escombros, los roperitos caídos, las cocinillas hechas mártir, en la espalda estamos cargando porque el puente más se ha caído, pedimos que también aquí estén los capitanes, los tenientes, los sargentos, y que sus lindas esposas que iban a bailar llamerada traigan ropas. Hace frío. A los maestros que dejen de llorar por sonseras y aporten también a este fondo solidario con un 5 % de su salario, los transportistas que ganan 1000 bolivianos al día se pronuncien con su cariño y pongan sus movilidades para ayudar a cargar las ollas y garrafas enterradas. Los periodistas que tanto gemían por la censura, que nos regalen comida y los concejales azúcar. Enfermeras, médicos, por esta vez no nos cobren.
Dice que va a llegar ayuda también de afuera, ojala. Dice las casas en el Alto van a hacer, Evo tiene que cumplir. Como voluntario del SAR y Pepino pido a todos aportar con algo, vamos a estar bailando después, vamos a brindar después, ahora solo quiero
que no lloren las guaguas que extrañan sus camitas. Decretamos paro movilizado de morenos y diablos, las bandas tienen que recaudar para los miles sin techo, el Preste plana mayor del Gran Poder que compre carpas en vez de cerveza. Otro día vamos a hacer Jiska Anata, no hay caso de bailar encima de los escombros.
Algún día voy a volver a ser Pepino, por ahora, de pie hay que salir: adelante Paceños de La Paz, Paceños de Tupiza, Paceños de Cochabamba, Paceños de Llallagua, Paceños de Honk Kong, Paceños de Madriz, Paceños de Santa Cruz, den lo que puedan, no miren desde palco, nunca nos había pasado, la ladera se sigue chorreando, hay que resucitar. “Pepino pandillero soy, bailando en La Paz, por apretarme a tu cinturita ya dices que soy papá”, canto en mis adentros para no llorar, para no dormirme, para aguantar el hambre y el frío.
* El Papirri dice que la donación ya está en marcha.
Por: El Pepino*
“Soy pepino, bien paceño, anónimo y del pueblo, en la Yungas busco pega con chamarra de cuero, siempre lustro mis cachitos, bien riquito me peino, soy paceño, sangre aymara, orgulloso también”. Así me lo sabía cantar el Papirri, cantautor paceño que donde estará. Hoy lloro porque el hombro de la ladera Este de mi amada La Paz se ha chorreado, un balconcito de flores eraba, se ha partido la tierra .El barro se a tragado la casa de mi compadre Silverio, plomero de profesión, 45 años de laburo derrumbados como naipe, mi compadre se ha quedado parado con su ropa, no quiere salir de su terreno que ahora es puro lodo, sus hijos están en el albergue en una escuelita cerca de la ladera, asustados están, llorando, extrañan su cuarto, sus juguetes .Lo peor es que mi comadre Asunta ha fallecido hace poco, hemos logrado encontrar su cuerpo que se había desbarrancado con el cementerio de la ladera, otra vez la hemos subido. Yo vivo por Achachicala, cerca del matadero, por ahora bien nomás está mi casita, mas chiquita que de mi compadre es, cualquer cosa puede pasar.
Había lustrado mi trajecito, había afinado la matasuegra para salir con mi poco quibo a divertirme, a saltar, a cantar “Pepino pandillero soy, bailando en La Paz, por apretarme a tu cinturita ya dices que soy papá”. Pero no hay caso, todo me duele, mis hermanos desentierran sus camas, estamos persiguiendo a nuestros muertos. “Soy Pepino bien paceño, anónimo, del pueblo…salvo vidas, cuando el río quiere llevar los cuerpos, en febrero soy bombero, voluntario del SAR”. En vez de careta tengo mi casco, grave estoy correteando, sirviendo las comidas que donan las caseras de la Rodríguez. Hay que conseguir agua y con tanta agua ¡… hay que sacar la garra “porque siendo del pueblo, yo también me caliento, cuando veo injusticia, saco mi puño abierto, en octubre, entre todos, volteamos al gonismo, soy pepino y no cojudo, orgulloso también”.
Los techos han volado, una pala gigante de mazamorra como raspadillo lo ha dejado al cerro, terremoto de agua es. Las guaguas están correteando con sus bucitos igual, algunas carpas blancas llegan, tenemos que hacer turnos para dar raciones. Por eso mi traje de Pepino lo dejo para el año, siesque, triste estoy, es que en los carnavales ejerzo mi reinado… ahora soy un paceño mas rascando la tierra, un paceño mas donando lo que puedo, varios ex Pepinos somos rescatando cositas, 4 días que no duermo.
Hemos hecho un Comité de Donaciones y hemos decidido pedirle al Papirri que done 10 % de su sueldo, ahora que tiene pega, para conseguir colchones, frazadas y sogas para saltar por encima de la carretera que se ha partido. Si no, lo vamos a desautorizar que cante en nuestro nombre. Pedimos a los militares y policías que les han subido el sueldo que también donen el 10% de su mes para los damnificados, sobre todo los panzones generales y coroneles y los de la FELC. Solamente los soldaditos nos están ayudando a cargar lo que queda, las frazadas de los escombros, los roperitos caídos, las cocinillas hechas mártir, en la espalda estamos cargando porque el puente más se ha caído, pedimos que también aquí estén los capitanes, los tenientes, los sargentos, y que sus lindas esposas que iban a bailar llamerada traigan ropas. Hace frío. A los maestros que dejen de llorar por sonseras y aporten también a este fondo solidario con un 5 % de su salario, los transportistas que ganan 1000 bolivianos al día se pronuncien con su cariño y pongan sus movilidades para ayudar a cargar las ollas y garrafas enterradas. Los periodistas que tanto gemían por la censura, que nos regalen comida y los concejales azúcar. Enfermeras, médicos, por esta vez no nos cobren.
Dice que va a llegar ayuda también de afuera, ojala. Dice las casas en el Alto van a hacer, Evo tiene que cumplir. Como voluntario del SAR y Pepino pido a todos aportar con algo, vamos a estar bailando después, vamos a brindar después, ahora solo quiero
que no lloren las guaguas que extrañan sus camitas. Decretamos paro movilizado de morenos y diablos, las bandas tienen que recaudar para los miles sin techo, el Preste plana mayor del Gran Poder que compre carpas en vez de cerveza. Otro día vamos a hacer Jiska Anata, no hay caso de bailar encima de los escombros.
Algún día voy a volver a ser Pepino, por ahora, de pie hay que salir: adelante Paceños de La Paz, Paceños de Tupiza, Paceños de Cochabamba, Paceños de Llallagua, Paceños de Honk Kong, Paceños de Madriz, Paceños de Santa Cruz, den lo que puedan, no miren desde palco, nunca nos había pasado, la ladera se sigue chorreando, hay que resucitar. “Pepino pandillero soy, bailando en La Paz, por apretarme a tu cinturita ya dices que soy papá”, canto en mis adentros para no llorar, para no dormirme, para aguantar el hambre y el frío.
* El Papirri dice que la donación ya está en marcha.
jueves, 27 de enero de 2011
LA HILARIASHON
Desde el Ombligo del Mundo
Por: El Papirri
Ella llegó a mi vida como una bendición, días después mi madre se iba al cielo. Yo había cumplido 13 años pero parecía de 8, flaco, tímido, hipersensible, inseguro. Ella era la típica cholita paceña, con el borzalino en equilibrio, la manta tinturada de diario y otra mas exquisita para el domingo, los aretes dorados colgando en llamerada, un topo de plata unía las prendas, polleras gloriosas aladas en calamina, los encajes de sus interiores inmaculados de decoro, un t’usu sólido y moreno para bailar huayños, para girar y girar con los chutas hasta el infinito. Los zapatitos de miniatura parecían bordados a mano, pancito de miga era su pie sin zapato.
Cholita joven, estudiante del CEMA de la Escuelita Ecuador, se llamaba Hilaria, de apellido Chami, de la zona de Sorata, lunareja, se reía con todos sus ojitos pues la viruela la había calado; cejas como cerritos, una quemadura cruel le manchaba la comisura del labio izquierdo. Cuando se lavaba el cabello en la terraza, sorprendía la cantidad y calidad de hebras que chorreaban como cascadas tostadas iluminando la mañana. Una camisetita blanca sugería el pezón morado adolescente. Yo permanecía absorto al contemplar la artesanía de las trenzas, la velocidad de sus dedos ensortijándose, el tarareo tierno de sus huayños.
Me había quedado huérfano, mis hermanos se habían casado y se fueron a otra parte, mi padre estaba perseguido por las dictaduras de turno. Aparecía un ratito a resoplos, yo le mostraba la libreta, me daba plata para los recreos, a la Hilaria le daba su sueldo, algo para el mercado, movilidades, para pagar el colegio y se iba presuroso de nuevo. Algunas veces estaba confinado, otras veces refugiado en el Perú. Cinco años me quedé con la Hilaria.
-Manuelitoshon, tienes que hacer la tareashon. Después tomamos un tesitoshon, y tienes que ordenar tu ropa para mañanashon, ordenaba dulce. A todo le ponía shon.
En las noches solía dormirme en sus enaguas, me arrullaba con su olor a coca profunda, acariciaba mis rulos, me buscaba pulgas. Lavábamos juntos ropa escuchando aquellas pioneras radios aymaras casi clandestinas de la década del setenta. Así, aprendí a mover el cerquillo en la kullawada, a animar en las morenadas, a silbar tarkeadas, a tejer, a saludar y contar en aymara, a reírnos jugando al ludoshon. Fue mi consejera de las primeras chicas, a k’alazos me volvía a la casa cuando me quedaba a huayronquear con mis cuates. Hablábamos también con eco—con ecooo, yaaa. Me enseñó a comer pasankallas en el ex parque de los monos, a tirarnos con naranjas, a volar por el resbalin, a revolcarnos en el sol. Cuando salí bachiller ella me llevo del brazo.
Un día desapareció para siempre, se fue bajando la subida con su bolsita y su paso coqueto, con su tic tac en la pollera. Llovía afuera y también dentro de mí. Por suerte, la democracia había vuelto y mi padre ya estaba en casa. Entonces le dedique mi primera canción, Hoy es Domingo: Alza las trenzas/ deja las penas/ pon tu polleras hoy es domingo/ trae la guagua/ junta naranjas/ pon tus enaguas/ hoy es domingo, Hoy es Domingo/ hoy es domingo/subite al cerro, allí veremos, la ciudad su resplandor…Era el domingo de la Hilariashon, libre de mi, de mis angustias precoces, de mis llantos por la injusticia por no tener madre. Gracias a ella comprendí al sopocachi denso, al del personal de servicio que alimentó mi alma. Gracias a ella amo intensamente a La Paz y ahora escribo alguito. Mi ángel de la guardia tuvo polleras de cholita paceña y se llamaba Hilaria Chami, por eso cuando algunos insultan diciendo chola o indio i mierda yo me encolerizo pues insultan a mi madre adoptiva.
La Hilariashon apareció luego en la canción Alasita, “Es solo ver al plomero, con su titulo de ingeñero…es solo ver a la Hilaria, y el camión que soñó su infancia”, dishendo.
En esta Alasita 2011 te la dedico con todo amor.Me gustaría volver a verte, besarte en tus mejillas de heladero, abrazarte dando vueltas por la calesita de tus polleras, treparme por tus jardines de mantas. Me gustaría saber de ti, mama Hilariashon, ojala nos encontremos en algún mercado paceño comiendo anticucho con salsa de maní. Ojala me reconozcas y me digas Manuelitoshon, habías crecidoshon, hasta viejitoshon te habías vueltoshon ¡ Harto te extraño.
Por: El Papirri
Ella llegó a mi vida como una bendición, días después mi madre se iba al cielo. Yo había cumplido 13 años pero parecía de 8, flaco, tímido, hipersensible, inseguro. Ella era la típica cholita paceña, con el borzalino en equilibrio, la manta tinturada de diario y otra mas exquisita para el domingo, los aretes dorados colgando en llamerada, un topo de plata unía las prendas, polleras gloriosas aladas en calamina, los encajes de sus interiores inmaculados de decoro, un t’usu sólido y moreno para bailar huayños, para girar y girar con los chutas hasta el infinito. Los zapatitos de miniatura parecían bordados a mano, pancito de miga era su pie sin zapato.
Cholita joven, estudiante del CEMA de la Escuelita Ecuador, se llamaba Hilaria, de apellido Chami, de la zona de Sorata, lunareja, se reía con todos sus ojitos pues la viruela la había calado; cejas como cerritos, una quemadura cruel le manchaba la comisura del labio izquierdo. Cuando se lavaba el cabello en la terraza, sorprendía la cantidad y calidad de hebras que chorreaban como cascadas tostadas iluminando la mañana. Una camisetita blanca sugería el pezón morado adolescente. Yo permanecía absorto al contemplar la artesanía de las trenzas, la velocidad de sus dedos ensortijándose, el tarareo tierno de sus huayños.
Me había quedado huérfano, mis hermanos se habían casado y se fueron a otra parte, mi padre estaba perseguido por las dictaduras de turno. Aparecía un ratito a resoplos, yo le mostraba la libreta, me daba plata para los recreos, a la Hilaria le daba su sueldo, algo para el mercado, movilidades, para pagar el colegio y se iba presuroso de nuevo. Algunas veces estaba confinado, otras veces refugiado en el Perú. Cinco años me quedé con la Hilaria.
-Manuelitoshon, tienes que hacer la tareashon. Después tomamos un tesitoshon, y tienes que ordenar tu ropa para mañanashon, ordenaba dulce. A todo le ponía shon.
En las noches solía dormirme en sus enaguas, me arrullaba con su olor a coca profunda, acariciaba mis rulos, me buscaba pulgas. Lavábamos juntos ropa escuchando aquellas pioneras radios aymaras casi clandestinas de la década del setenta. Así, aprendí a mover el cerquillo en la kullawada, a animar en las morenadas, a silbar tarkeadas, a tejer, a saludar y contar en aymara, a reírnos jugando al ludoshon. Fue mi consejera de las primeras chicas, a k’alazos me volvía a la casa cuando me quedaba a huayronquear con mis cuates. Hablábamos también con eco—con ecooo, yaaa. Me enseñó a comer pasankallas en el ex parque de los monos, a tirarnos con naranjas, a volar por el resbalin, a revolcarnos en el sol. Cuando salí bachiller ella me llevo del brazo.
Un día desapareció para siempre, se fue bajando la subida con su bolsita y su paso coqueto, con su tic tac en la pollera. Llovía afuera y también dentro de mí. Por suerte, la democracia había vuelto y mi padre ya estaba en casa. Entonces le dedique mi primera canción, Hoy es Domingo: Alza las trenzas/ deja las penas/ pon tu polleras hoy es domingo/ trae la guagua/ junta naranjas/ pon tus enaguas/ hoy es domingo, Hoy es Domingo/ hoy es domingo/subite al cerro, allí veremos, la ciudad su resplandor…Era el domingo de la Hilariashon, libre de mi, de mis angustias precoces, de mis llantos por la injusticia por no tener madre. Gracias a ella comprendí al sopocachi denso, al del personal de servicio que alimentó mi alma. Gracias a ella amo intensamente a La Paz y ahora escribo alguito. Mi ángel de la guardia tuvo polleras de cholita paceña y se llamaba Hilaria Chami, por eso cuando algunos insultan diciendo chola o indio i mierda yo me encolerizo pues insultan a mi madre adoptiva.
La Hilariashon apareció luego en la canción Alasita, “Es solo ver al plomero, con su titulo de ingeñero…es solo ver a la Hilaria, y el camión que soñó su infancia”, dishendo.
En esta Alasita 2011 te la dedico con todo amor.Me gustaría volver a verte, besarte en tus mejillas de heladero, abrazarte dando vueltas por la calesita de tus polleras, treparme por tus jardines de mantas. Me gustaría saber de ti, mama Hilariashon, ojala nos encontremos en algún mercado paceño comiendo anticucho con salsa de maní. Ojala me reconozcas y me digas Manuelitoshon, habías crecidoshon, hasta viejitoshon te habías vueltoshon ¡ Harto te extraño.
martes, 21 de diciembre de 2010
USA II: EN BOSTON
Por: El Papirri
Llego a un Boston tibio, en la parada trucha de buses chinos me espera un compa chileno de nombre Sergio Reyes, sesentón, barba blanca, con acento medio gringo, Es que vivo acá desde el golpe de Pinochet, dice como masticando algo. Vamos a su departamento, me entrega dos panfletos con una estrella roja de fondo, uno de la marcha de organizaciones sociales y otro de mi concierto. Era 1o de mayo de 2008 y Reyes- ex militante socialista- le daba duro a las saudades revolucionarias en USA organizando estos eventos. En el departamento, la esposa de Sergio- una señora chilena amable- sirve un tremendo desayuno, cuenta que su hija vive en Santa Cruz, que ama Bolivia. Breve descanso, duchita y directo al acto por el 1o de mayo en el centro de Boston, en un parque fastuoso rodeado de árboles esbeltos y edificios patrimoniales. Una cúpula para retreta en el centro del parque había sido transformada en escenario, un grupo de regge saltaba letras en englishñol con protestas contra el sistema. Jaleaban talvez cien personas sentadas en el pasto, parejas plurimultitutifruti con aretes y tatuajes, todo un mini Woodstock. Mientras Sergio cantaba a Violeta Parra, un compatriota orureño de nombre Jhonny se acerca a hacerme una entrevista para su programa de folklore andino en Boston.
Pasan rozando los caballos con policías encima, parsimoniosos, amenazantes en sus cachiporras. Sergio me llama al escenario, un saludo desde Bolivia digo ante la ovación y ahí nomás lanzo canciones de protesta que me salen de la memoria más remota mientras en el fondo veo que se acerca una contramarcha republicana con sus carteles pulcros contra el comunismo. El público siente aquello, la actuación se acaba rápido, se paran, se ordenan en cuadrados estilo guerra medieval, poco a poco los bandos se aproximan; Jhonny de Oruro me llama, aparecemos adelante, los caballos con sus policías van creando una frontera invisible para que las marchas no se encuentren en un topetazo. A dos metros, una gringa parece insultarnos con cara despiadada, el Jhonny le responde, se putean en ingles perfecto, pregunto a los gritos que dice, el orureño traduce que se queja porque no puede terminar su maestría por culpa de los migrantes, Yo le respondí tan vieja y haciendo maestría…dice el Jhonny riendo con su k’asa. Un gordo amarillo con cara de buldog amenaza con su bate de béisbol, le hago la señal de pija con los dedos, el rollizo decide embestir, se tropieza cayendo de nariz, la sangre pinta el pasto, dos gringas aúllan, llega la ráfaga violenta de gas lacrimógeno. Terminamos corriendo adelante de los caballos hacia el cuarto piso de uno de los edificios patrimoniales donde se daría el recital. Jhonny me ayuda con la guitarra.
Entramos a una sala bonita con unas 100 butacas, probamos sonido mientras algunos marchistas se lavan los gases de la cara. Entonces aparece el Larita, un batero que estudiaba música en Berklee, nos abrazamos, habíamos tocado alguna vez con este músico boliviano alemán que cargó su bombo para que tocáramos juntos y así fue. El concierto en dos partes transcurrió con excelente atención y disfrute de la gente que participaba, reía, lloraba y al final bailaba. Vendimos disquitos, ganamos hasta para pagarle al Larita. Fue la primera vez que toqué en un cuarto piso.
Terminado el recital, nos fuimos al restaurante mexicano del piso uno a comer y beber cerveza Tecate, gritábamos vivas por el 1o de mayo, gloria a Víctor Jara, Jhonny se inflaba morado con los vivas a Sacco y Vanzeti.
En lo mejor de la fiesta, yo debía partir a Nueva York para continuar la tournee. Entonces Sergio organiza una comitiva intercultural bien chispeada para despedirme en la terminal de chinos de Boston. Un argentino de aretes emparejado a una hindú bostoniana comandaban la corte clamando un hip hop con rimas sobre Bolivia, un mulato haitiano de Hawai le daba duro a una especie de vuvuzela de caña, otro barbudo
con acento chileno cubano levantaba la mano gritando viva Fidel, Jhonny raspaba la Tecate como matraca. Me despidieron en coro general con Te recuerdo Amanda. Mientras el Bus partía se escuchaba en lontananza Manuel, Manuel, Manuel, el Larita me hacia señas telefónicas y Reyes se inflamaba de canciones.
Llego a un Boston tibio, en la parada trucha de buses chinos me espera un compa chileno de nombre Sergio Reyes, sesentón, barba blanca, con acento medio gringo, Es que vivo acá desde el golpe de Pinochet, dice como masticando algo. Vamos a su departamento, me entrega dos panfletos con una estrella roja de fondo, uno de la marcha de organizaciones sociales y otro de mi concierto. Era 1o de mayo de 2008 y Reyes- ex militante socialista- le daba duro a las saudades revolucionarias en USA organizando estos eventos. En el departamento, la esposa de Sergio- una señora chilena amable- sirve un tremendo desayuno, cuenta que su hija vive en Santa Cruz, que ama Bolivia. Breve descanso, duchita y directo al acto por el 1o de mayo en el centro de Boston, en un parque fastuoso rodeado de árboles esbeltos y edificios patrimoniales. Una cúpula para retreta en el centro del parque había sido transformada en escenario, un grupo de regge saltaba letras en englishñol con protestas contra el sistema. Jaleaban talvez cien personas sentadas en el pasto, parejas plurimultitutifruti con aretes y tatuajes, todo un mini Woodstock. Mientras Sergio cantaba a Violeta Parra, un compatriota orureño de nombre Jhonny se acerca a hacerme una entrevista para su programa de folklore andino en Boston.
Pasan rozando los caballos con policías encima, parsimoniosos, amenazantes en sus cachiporras. Sergio me llama al escenario, un saludo desde Bolivia digo ante la ovación y ahí nomás lanzo canciones de protesta que me salen de la memoria más remota mientras en el fondo veo que se acerca una contramarcha republicana con sus carteles pulcros contra el comunismo. El público siente aquello, la actuación se acaba rápido, se paran, se ordenan en cuadrados estilo guerra medieval, poco a poco los bandos se aproximan; Jhonny de Oruro me llama, aparecemos adelante, los caballos con sus policías van creando una frontera invisible para que las marchas no se encuentren en un topetazo. A dos metros, una gringa parece insultarnos con cara despiadada, el Jhonny le responde, se putean en ingles perfecto, pregunto a los gritos que dice, el orureño traduce que se queja porque no puede terminar su maestría por culpa de los migrantes, Yo le respondí tan vieja y haciendo maestría…dice el Jhonny riendo con su k’asa. Un gordo amarillo con cara de buldog amenaza con su bate de béisbol, le hago la señal de pija con los dedos, el rollizo decide embestir, se tropieza cayendo de nariz, la sangre pinta el pasto, dos gringas aúllan, llega la ráfaga violenta de gas lacrimógeno. Terminamos corriendo adelante de los caballos hacia el cuarto piso de uno de los edificios patrimoniales donde se daría el recital. Jhonny me ayuda con la guitarra.
Entramos a una sala bonita con unas 100 butacas, probamos sonido mientras algunos marchistas se lavan los gases de la cara. Entonces aparece el Larita, un batero que estudiaba música en Berklee, nos abrazamos, habíamos tocado alguna vez con este músico boliviano alemán que cargó su bombo para que tocáramos juntos y así fue. El concierto en dos partes transcurrió con excelente atención y disfrute de la gente que participaba, reía, lloraba y al final bailaba. Vendimos disquitos, ganamos hasta para pagarle al Larita. Fue la primera vez que toqué en un cuarto piso.
Terminado el recital, nos fuimos al restaurante mexicano del piso uno a comer y beber cerveza Tecate, gritábamos vivas por el 1o de mayo, gloria a Víctor Jara, Jhonny se inflaba morado con los vivas a Sacco y Vanzeti.
En lo mejor de la fiesta, yo debía partir a Nueva York para continuar la tournee. Entonces Sergio organiza una comitiva intercultural bien chispeada para despedirme en la terminal de chinos de Boston. Un argentino de aretes emparejado a una hindú bostoniana comandaban la corte clamando un hip hop con rimas sobre Bolivia, un mulato haitiano de Hawai le daba duro a una especie de vuvuzela de caña, otro barbudo
con acento chileno cubano levantaba la mano gritando viva Fidel, Jhonny raspaba la Tecate como matraca. Me despidieron en coro general con Te recuerdo Amanda. Mientras el Bus partía se escuchaba en lontananza Manuel, Manuel, Manuel, el Larita me hacia señas telefónicas y Reyes se inflamaba de canciones.
USA I: EN NUEVA YORK
Por: El Papirri
Algunos compatriotas en USA querían escuchar al Papirri en Vivo. Fue así que en Abril viene la gira de conciertos por la Costa Oeste de USA. Llegando a Miami el maltrato en el Aeropuerto es insólito, me encierran en un cuarto, me quitan el atril, rajan el charanguito al inspeccionarlo, asustado llego a Washington. Por suerte esperaba en el Aeropuerto un gran tipo, el inolvidable Ivan Dávalos. Me aloja en una boardilla tierna de su casa que topaba de frente a un bosque con bambis que nos saludaban todos los días. En las mañanas estudiaba el repertorio, cambiaba cuerdas, abría la heladera y tomaba yogurt. En las tardes prueba de sonido y conciertos varios por DC. La esposa e hijos de Ivan, solidarios, generosos, me ayudaban a vender discos en los recitales, para ganarme alguito pues. Entonces, una ex que vivía en Nueva York se entera de mi estadía placida, me ubica y decide joderla.
De nombre Soraya, había sido mi amante en varias épocas, alguna vez de ch’aqui le prometí matrimonio. Plantea que la visite para ver posibilidades de actuación, no había tocadas los próximos tres días, decido ir a conocer la Gran Manzana tomando un bus chino de 30 dólares de WDC a NY con despedida cariñosa y preocupada de mi familia Dávalos. Llego al China Town, aparece Soraya puro stress en su carro, me deja solito en la quinta avenida para parquear, camino provincianamente hasta las ex torres gemelas, unos peruanos me venden postales del 11-S, les invito una lata de cerveza, me subo a los hombros del gigante de Piura que cobraba un dólar por mirar sobre las calaminas de las caries en construcción. En pleno equilibrio aparece Soraya stress, vamos al Impair State grita, rozamos el perfumado Central Park, una ráfaga de oros por el Rockefeller Center. Al trote llegamos a un puerto, remontamos al Ferry perezoso, las gaviotas congratulan, la estatua de la libertad al fondo parece de cartulina, Manhattan expande sus rascacielos, el sol acaricia la espuma, saca fotos con su cámara, nos hurgamos, me cuenta que su concubino albañil porteño es muuuy celoso, terminamos almorzando de tardecita en Queens. A la sazón aparece una gorda beniana de nombre Ana, hacen el enroque, me lleva a su casa en una van, su marido pelado puertorriqueño puteaba en ingles, no sabían que hacer conmigo pues me convierto en testigo incomodo de sus frustraciones. En la noche, la pareja me lleva a Time Square, pasamos el puente destellado, quedo cojudo por las luces de la Gran Manzana, respiro Broadway. Luego, cena silenciosa por el cumpleaños de su joven hijo con retardo que llega con Soraya stress. Proponen hacer un concierto en Queens, en el Restaurante Peña Copacabana, separamos la fecha. Volvemos cabeceando a la casa del pelado, duermo mal con el joven especial de vecino recitando en voz alta poemas de Rimbaud. Al día siguiente Ana la beniana me deja en el China Town, le casco una sopa de fideos suculenta retornando a la placidez de mi familia y a continuar con los conciertos en Virginia que algún día recordaré.
A la semana, Soraya llama al teléfono de la casa, dice que la beniana le había depositado en su cuenta el 50 % del cashe (250 dólares).Entonces viene el retorno a Nueva York previo concierto un día antes en Boston (de los mejores de la tournée). Directo a la Ban beniana, a probar sonido en Queens mientras van llegando haaartos cochalas con ansias de llorar kaluyos. De telonera se presenta por media hora una cantante digito tres de Sucre. Con unas tetas descomunales, buenas curvas y voz afinada roncea la manta con sus pistas de morenadas, unos 50 paisanos revolean el cacho, brindan, babean. La cantante de nombre Sheila dice: es un orgullo presentar al cantautor, desde Bolivia, Manuel Chazarreta. Entro a escena, combino mis canciones con repertorio de farra colegial, salgo sudado de bises. Soraya no aparece nunca.
Cuando voy a cobrar el cashe acordado, Ana la beniana me dice que le había depositado todo a Soraya, que no tenia nada para mí. No me quiere prestar el celular para llamarla. Quedo atónito, solo, en la puerta de Queens sin saber pa’ donde ir, son las 3 de la mañana, menos mal tengo quibo del concierto de Boston. Atrás, la farra se pone más densa. Entonces aparece como una visión nashonal Sheila, me agarra del brazo, caminamos media hora con mi maletita con rueda k’asa, subimos a su kitchinette, no tenia cama, dice que las termitas se la habían comido, nos recostamos en un sleeping. Luego de un cachascan intenso, que si que no, examino las tetas más sabrosas de la década, su perfume oriental me ahoga. Dormimos acurrucados un par de horitas, charlamos sobre sus hijitos que están en Sucre, desayunamos chocolate, Que increíble lo que te hicieron, hasta a mi me pagaron, dice en soprano; yo quiero más de ella pero debe irse a trabajar a una fábrica de fideos. Me deja con gesto dulce en un tren hacia China Town, vuelvo a Washington con el abismo de la estafa, tratando solo de recordar Boston y las tetas de Sheila.
Algunos compatriotas en USA querían escuchar al Papirri en Vivo. Fue así que en Abril viene la gira de conciertos por la Costa Oeste de USA. Llegando a Miami el maltrato en el Aeropuerto es insólito, me encierran en un cuarto, me quitan el atril, rajan el charanguito al inspeccionarlo, asustado llego a Washington. Por suerte esperaba en el Aeropuerto un gran tipo, el inolvidable Ivan Dávalos. Me aloja en una boardilla tierna de su casa que topaba de frente a un bosque con bambis que nos saludaban todos los días. En las mañanas estudiaba el repertorio, cambiaba cuerdas, abría la heladera y tomaba yogurt. En las tardes prueba de sonido y conciertos varios por DC. La esposa e hijos de Ivan, solidarios, generosos, me ayudaban a vender discos en los recitales, para ganarme alguito pues. Entonces, una ex que vivía en Nueva York se entera de mi estadía placida, me ubica y decide joderla.
De nombre Soraya, había sido mi amante en varias épocas, alguna vez de ch’aqui le prometí matrimonio. Plantea que la visite para ver posibilidades de actuación, no había tocadas los próximos tres días, decido ir a conocer la Gran Manzana tomando un bus chino de 30 dólares de WDC a NY con despedida cariñosa y preocupada de mi familia Dávalos. Llego al China Town, aparece Soraya puro stress en su carro, me deja solito en la quinta avenida para parquear, camino provincianamente hasta las ex torres gemelas, unos peruanos me venden postales del 11-S, les invito una lata de cerveza, me subo a los hombros del gigante de Piura que cobraba un dólar por mirar sobre las calaminas de las caries en construcción. En pleno equilibrio aparece Soraya stress, vamos al Impair State grita, rozamos el perfumado Central Park, una ráfaga de oros por el Rockefeller Center. Al trote llegamos a un puerto, remontamos al Ferry perezoso, las gaviotas congratulan, la estatua de la libertad al fondo parece de cartulina, Manhattan expande sus rascacielos, el sol acaricia la espuma, saca fotos con su cámara, nos hurgamos, me cuenta que su concubino albañil porteño es muuuy celoso, terminamos almorzando de tardecita en Queens. A la sazón aparece una gorda beniana de nombre Ana, hacen el enroque, me lleva a su casa en una van, su marido pelado puertorriqueño puteaba en ingles, no sabían que hacer conmigo pues me convierto en testigo incomodo de sus frustraciones. En la noche, la pareja me lleva a Time Square, pasamos el puente destellado, quedo cojudo por las luces de la Gran Manzana, respiro Broadway. Luego, cena silenciosa por el cumpleaños de su joven hijo con retardo que llega con Soraya stress. Proponen hacer un concierto en Queens, en el Restaurante Peña Copacabana, separamos la fecha. Volvemos cabeceando a la casa del pelado, duermo mal con el joven especial de vecino recitando en voz alta poemas de Rimbaud. Al día siguiente Ana la beniana me deja en el China Town, le casco una sopa de fideos suculenta retornando a la placidez de mi familia y a continuar con los conciertos en Virginia que algún día recordaré.
A la semana, Soraya llama al teléfono de la casa, dice que la beniana le había depositado en su cuenta el 50 % del cashe (250 dólares).Entonces viene el retorno a Nueva York previo concierto un día antes en Boston (de los mejores de la tournée). Directo a la Ban beniana, a probar sonido en Queens mientras van llegando haaartos cochalas con ansias de llorar kaluyos. De telonera se presenta por media hora una cantante digito tres de Sucre. Con unas tetas descomunales, buenas curvas y voz afinada roncea la manta con sus pistas de morenadas, unos 50 paisanos revolean el cacho, brindan, babean. La cantante de nombre Sheila dice: es un orgullo presentar al cantautor, desde Bolivia, Manuel Chazarreta. Entro a escena, combino mis canciones con repertorio de farra colegial, salgo sudado de bises. Soraya no aparece nunca.
Cuando voy a cobrar el cashe acordado, Ana la beniana me dice que le había depositado todo a Soraya, que no tenia nada para mí. No me quiere prestar el celular para llamarla. Quedo atónito, solo, en la puerta de Queens sin saber pa’ donde ir, son las 3 de la mañana, menos mal tengo quibo del concierto de Boston. Atrás, la farra se pone más densa. Entonces aparece como una visión nashonal Sheila, me agarra del brazo, caminamos media hora con mi maletita con rueda k’asa, subimos a su kitchinette, no tenia cama, dice que las termitas se la habían comido, nos recostamos en un sleeping. Luego de un cachascan intenso, que si que no, examino las tetas más sabrosas de la década, su perfume oriental me ahoga. Dormimos acurrucados un par de horitas, charlamos sobre sus hijitos que están en Sucre, desayunamos chocolate, Que increíble lo que te hicieron, hasta a mi me pagaron, dice en soprano; yo quiero más de ella pero debe irse a trabajar a una fábrica de fideos. Me deja con gesto dulce en un tren hacia China Town, vuelvo a Washington con el abismo de la estafa, tratando solo de recordar Boston y las tetas de Sheila.
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