lunes, 19 de septiembre de 2011

MI EDAD

Por: El Papirri

Dice el galeno con su cara de trasero que mi colon tiene la edad de mi abuelo, 70 años dice tiene, es que amasó sus cañerías por tanta vida apremiada y le salieron cututus como de llanta veterana / cañería vencida parece dice, pista con erosiones, cuando pasa el bolo va brincando hasta caer en el abismo de una bolsa imbecil llamada nada menos que divertículo. El diagnostico es serio, dice riendo. La verdad, me divertí mucho gestando divertículos, ahora ellos se divierten conmigo.

Mi ojo derecho tiene mi edad/ media década de mayos bien servidos, gran punto luminoso verduzco que arrebató señoritas indebidas con su guiño/ chanchullero veloz, faro de bosques, mundo en cristales, lindo apuntabas los chutis al sol.

Mi ojo izquierdo tiene 67 años/ esta rodeado de lagunas de sangre, de mapas vampirescos, residuos de noches inmemoriales, de días vueltos noches, se hincha y desincha en una tarde/ molesta, roncea/ que pasará con su esferita risueña y su paraje lujurioso? Coágulos que fluyen le hacen emboscada, está agotado, pero debe seguir escribiendo cartas cojudas y releyendo el mismo libro. Este es el que recibió algún chopazo de enemigo, este es el aguerrido, el que salía al frente, el de los gases de los milicos, este es el que se esforzaba por desvestir a las niñas sin que se den cuenta: ex combatiente querido, se que estarás conmigo hasta la muerte.

El tobillo derecho cumplió 64 años, tiene unos tendones como liga percudida que me provocan torceduras súbitas, malhumoradas. Se parece al calzón de la Gueli. Apenas circula hoy aquella derecha que metió goles increíbles en ángulos diminutos desde distancias virtuosas en aquellas canchas polvorientas paceñas. Mi tobillo izquierdo tiene 40, quiere correr y se tranca por su mellizo herido, fue más cauto, solo chanfles y alguna bolea.

Mi dentadura cumplió 120 años, grave está/ aquellas columnas áureas han sido bombardeadas por el tiempo/ tambalea en sus volcanes tullidos/ en los noviembres parece que seré una ñatita k’asa ventana.

Mi pene 28 años tiene, en los momentos menos esperados despierta y yergue su vitalidad inmune, brota derrotando elásticos/ sigue siendo el cañoncito venerado por virlochas y señoritas bien/ levanta su cabeza vibrante en poliglobulia sonora con su boquita de pescado sediento. Le debo una oda.

Mis manos tienen la edad de la música, la izquierda todavía puntea, hace acordes insólitos, escribe solita en el teclado, esta mano mía levantadora de faldas. En cuanto a la derecha tiene lunares que generan carreteras venosas, rápida en los arpegios, severa en los ritmos, siempre creativa se bambolea como foca en llaga y excita a las gringas con sus flamenqueadas.

Tengo dos hígados, uno en su lugar y otro cerca del testículo izquierdo, el primero pasó los 40, el segundo tiene la edad de la tristeza. Y hablando del tema, los dos parecidos siguen sexis colgando en sus morrales artesanales, cumplen sus sendas regadas, uno tiene 35 años, el otro reposa atemporal y enrollado en su cosmos de venas.

De mi corazón debo decir que tiene nomás mi edad, es un blader enorme con su batutua bendita, se irrita, tartamudea, tiene 25 septiembres cuando te ve llegar en las tardes / pasa el siglo cuando siente la injusticia y la mentira. Niño feliz sufre de viejo, tiene varias edades en un día, lo protege una corteza violeta de bondad.

En total tengo 456 años y eso que no cuento la edad de mis cabellos que pasaron fríos perennes, calores amazónicos y se restregaron chapis por el dulce de tus manos. Que cuantos años cumple mi alma? Depende del día… Que cuando dejare de ser? Ya no me acuerdo, cumplí los años que quise, puedo ser partícula.

Me voy acercando pasito a paso al agua infinita, espero hacerlo con un buen malambo. Confieso que he bebido, confieso que he sufrido, confieso que he reído, confieso que en los atardeceres me siento desolado en esta ciudad de autos, asperezas y rateros. El carnet dice que hoy, 18 de septiembre, cumplo 51 años.

51 aaaaños, yaaaaaa…

lunes, 12 de septiembre de 2011

Una ráfaga de Baires


Estaba a punto de partir a Europa, me esperaban conciertos en Madrid, luego 20 días de recitales por Suiza, entonces vendría Alemania y así… el chorizo de actuaciones europeas. Dos semanas antes de partir, llega un mail de un(a) funcionaria(o) internacional con nombre de pirámide egipcia. Se había enterado de que iba a tocar a Suiza y quería conocerme para postularme como embajador cultural (o algo así) en el tema refugiados. Tuve que aceptar (hecho el capo) y partir de emergencia a Buenos Aires. Me esperaba un hotel blanquito de balcones, con espejos austriacos, ruleros dorados,

alfombras espesas, habitación con dos camas de sabanas perfumadas de flores y chocolates primorosos. En el frigobar conmovía el mini champán Chandeou, el whisky etiqueta verde, un pote de caviar resplandecía. Presintiendo los trenes europeos que se venían, llené la tina de porcelana con agua tibia rociándola de una espuma de madrigales que encontré envuelta en papeles de seda, prendí la tele gaucha, no había nada interesante, dejé un programa de audio donde Chopin sonaba coherente con el ambiente. Ya en pelotas, vino la bendición del agua tibia haciendo tronar mi espinazo de guitarrero nocturno, entonces el teléfono rugió, era la egipcia (había sido mujer). -Bienvenido, espero que Natalia le haya tratado bien, dijo en arameo. Natalia era una porteña amable y pálida que me esperó en Ezeiza, dejándome en aquel hotel del romanticismo, ubicado a pocas cuadras del obelisco porteño. -Le recogeré mañana a las 11:00, conocerá mi oficina, dijo en moro. Salí de la tina humeando, me animé con el mini champán abriendo las persianas de maderitas blancas, los árboles de Buenos Aires saludaban con sus ojos venudos, estaba feliz con el olor a mar mezclado con smog. Le casqué un sánduche de miga en la cama, quedando dormido con las sonseras de Tinelli. Por la mañana, temprano, decido ir visitar sin motivo a mi amigo “Gringo” Gonzáles que fungía de Cónsul en Buenos Aires. Me recibe en su despacho, todo diplomático, pasamos a una guardería que había recién inaugurado: -Esto es como la Tribuna Libre del Pueblo, indica, mientras decenas de compatriotas hacen cola para algo. Nos despedimos pintados por una llovizna gris mañanera, se queda con su abrigo solemne en la puerta del enorme galpón como imagen de desbandada de la Segunda Guerra Mundial. La egipcia esperaba elegante en el lobby, me lleva a conocer su oficina, se entraba con tarjetas especiales y códigos de caja fuerte. Me presenta a sus colegas, le ordena a un joven porteño llamado Diego invitarme a almorzar mientras se desvanece hacia reuniones refinadas. Entonces aparece la diligente Natalia mostrándome videos de la institushon y empapelándome de panfletos y cuadernillos. Con Diego llegamos a la avenida de los restaurantes gallegos, pedimos un delicioso puchero humeante, mucho jamón crudo, vino tinto, y un bife despiadado tamaño ladrillo… Diego cuenta que iría a trabajar a La Paz y me alegra, me pregunta mucho sobre los conciertos europeos, le doy detalles sinceros. Entonces llega, como sonrisa de niño, el flan con dulce de leche, con el estomago como tambor aterrizo en el hotel por una siestita con olor a mar. Al atardecer aparece la egipcia en un auto negro suntuoso, llegamos a San Juan y Boedo antiguo, demando sacarnos una emocionada foto en tremenda esquina, vemos a unos tangueros medio chafas bailar en un café. Ingresamos a una galería de sombras para participar en un acto de refugiados. Allí le cuento a la egipcia que yo había sido refugiado en México y también mi padre, que en realidad yo era hijo del exilio. Luego varios africanos bien parecidos a Etoo inauguran sus stands de artesanías, alguien solicita que toque unas piezas; desenfundo la guitarra,

parado, sin sonido, toco en aquel pasillo tétrico. En la noche vamos a Puerto Madero a cenar con Osvaldo Laport, el galán maduro de telenovelas que ya era embajador cultural del tema refugiados. El restaurante era de su amigo uruguayo, las mocitas lindas no podían creer que estaba allí, él sonreía siempre amable y peludo. -Mucho gusto Papirri, me dijo con su abrazo pampeano. Contó que solo venía a este restaurante, que tres cuadras más allá empezaba el despelote de periodistas y cámaras. -Hay algunos colegas que van intencionalmente a esos lugares para hacer notas, a mí me costó una separación, dijo con su sonrisa de cavernícola solitario. Impresionaba el carisma, parecía un mastodonte de marca, la egipcia babeaba. Corrió el descorche de vinos, las carnes chirriaban sangrantes, Laport contaba sobre un accidente que tuvo: -Saqué la cabeza por el vidrio para ver si venía un auto y me sacaron toda la cara ¡El rostro se quedó pegado en el espejo del auto , tengo 13 cirugías, me reconstruyeron la cara, no quedé tan mal, ¿no?, bromeaba mientras las mozas lo raspaban, lo respiraban. Contó que tenía un pariente desaparecido, que por eso apoyaba a las causas perdidas. Habló de su country, -Queda a una hora de acá, debo ir allí ahora a dormir, mañana salgo de casa a las 6 a grabar en Telefe, dijo. Entonces se paró dando la mano y pagó la cuenta, pese al amague internacional. Ya afuera, en la despedida, con el viento del río, el rubor de los barcos, las estrellas nubladas, le regalé mi disco Cara Conocida, aquel con Litto Nebbia, le pedí que escuchara “Zamba Geisha”, le dije que lo demás no importaba hablándole como paceño en Las Velas, bien cerquita de la cara restaurada. Me dio el abrazo pampeano y se fue. Con la egipcia, Diego y Natalia acabamos dos botellas más de vino exquisito, era el 2007, me confesé apoyar al proceso de cambio, opiné radicalmente sobre los interesados en dividir Bolivia. -Parecés un dirigente cocalero, dijo Diego, irónico y porteño. Al día siguiente me llevaron donde el jefe máximo de la egipcia, un chileno cuya oficina colosal caía de bruces a la 9 de Julio. Hablamos obviedades con un delicioso capuchino, entonces Natalia me dejó en Ezeiza. En el avión soñé tenso con la egipcia tomándome un examen de matemáticas: al día siguiente partía a Europa. Nunca más supe de estos personajes, parece ser que se decidieron por Ricky Martin. Pero qué par de días magníficos me dedicaron ¡Se agradece el recuerdito! *El Papirri es Manuel Monroy Chazarreta, compositor y guitarrista boliviano. papirri@hotmail.com